Era 1959 cuando un hombre joven de la lejana tierra de Tíbet aterrizó en Roma, Italia. Llevaba en su mano solo una pequeña valija, inseguro de cuánto tiempo se quedaría en Occidente. Llevaba también el gran título de una antigua herencia espiritual: era un tulku, un lama reencarnado, que personifica el entrenamiento más alto en sabiduría y compasión, el núcleo del budismo tibetano. Y en lo más profundo de su corazón llevaba un conocimiento vivo llamado Dzogchen, con su profunda enseñanza y práctica, dirigida a descubrir directamente el verdadero potencial de cada ser humano, más allá de cualquier contexto religioso o social. Namkhai Norbu había planeado quedarse en Italia por poco tiempo para ayudar al profesor Tucci, un famoso tibetólogo, a llevar a cabo una importante investigación sobre la historia y las religiones del Tíbet, de las cuales era un experto apasionado. Sin embargo, terminó permaneciendo en Italia toda su vida. Se integró en la sociedad y en las costumbres de su nuevo lugar, se convirtió en profesor de la universidad, realizó investigaciones académicas, hizo amigos y contrajo matrimonio. Dado que el conocimiento del Dzogchen era la esencia misma de su vida, impregnó cada aspecto y acción de su existencia, y esto muy pronto comenzó a manifestarse externamente como un modo significativo pero distendido de vivir la vida y de relacionarse con los demás. Muchas personas —estudiantes, colegas, amigos— que percibieron y reconocieron esta profunda sabiduría que de él emanaba, se reunieron a su alrededor, cada vez en mayor número, para aprender y poner en práctica este conocimiento atemporal llamado Dzogchen.